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Reflexiones sobre el rol docente

Es común escuchar que los docentes no tiene vocación.
Parece que se nos quisiera comprar con las maestras, formadas por las norteamericanas que contrató Sarmiento. En aquella época, ser maestra era un apostolado al que las mujeres se entregaban, no podían casarse, ni asistir a reuniones sin la compañía de la madre o de quien esta designe, etc. Hasta que terminara el contrato. Pero esas mujeres vivían otra realidad, otro contexto social, cultural, político y económico, el 80 % de la población era analfabeta y provenían de diversas etnias, religiones, etc. En ese momento educar era prioritario en un país donde se hablaban múltiples idiomas y se profesaban varias religiones. Era vital unir al pueblo como nación.
La Argentina de hoy es distinta y los docentes hemos cambiado, ya no somos esas mujeres abnegadas que sin cuestionar aceptaban lo que se les imponía.

Nuestro universo laboral es complejo porque en el se entrelazan la crisis económica, los bajos salarios, la pobreza, la falta de trabajo y las varias generaciones que no trabajan y que generan y regeneran la cultura del “no trabajo”, sumado a esto , interactuamos con alumnos que viven en la marginalidad, en las carencias afectivas, en la violencia, en la drogadicción, etc. Trabajamos en escuelas en pésimas condiciones. En esta esta realidad se espera que el docente logre óptimos resultados y que sus alumnos sean capaces y competentes, para ingresar en el mercado laboral de un país desindustrializado, donde no se genera empleo genuino y no resuelve los problemas concretos del pueblo.
En el año 2016 se realizó en nuestro país el operativo Aprender, los niños de tercer y cuarto grado y los adolescentes de segundo y tercer año fueron evaluados de manera estandarizada, sin tener en cuenta las diferencias entre la diversidad entre las distintas jurisdicciones. Los resultados fueron los esperado para un gobierno que tiene por costumbre cuestionar al docente, su rol y a la educación pública en general, ya que hubo un gran número de alumnos que no superaron las expectativas. Es así que sufrimos un constante juzgamiento a través de una propaganda negativa impulsada por el gobierno y transmitida por los medios de comunicación; se nos juzga como profesionales, como personas, si hacemos paro, jornadas o si faltamos por estar enfermos, pero lo más significativo de todo, es que estamos expuestos a situaciones de violencia y de falsas acusaciones de algunos padres o alumnos, como por ejemplo, aplazamos un alumno y te rompe el vidrio del auto; padres que nos amenazan por que su hijo rinde en diciembre o manchan nuestro nombre con algún tipo de acusación. Pero también el Estado, a través del Ministerio de Educación, ejerce violencia del tipo institucional hacia el docente, debido a que nos abandonan a nuestra suerte y permanecemos en un total desamparo legal. Resulta triste escuchar a compañeras decir, ¡nos tenemos que cuidar mucho! Porque llamar la atención a un niño, reprobarlo, darle un abrazo cuando llora o es su cumpleaños, resulta peligroso.
Los docentes tenemos que estar claros que de nosotros depende cambiar esta situación, que nuestra lucha debe ser salarial, pero también por la condiciones en las que ejercemos nuestro trabajo y que la instancia para dar esa batalla, es la Paritaria Nacional, como así también en el ámbito gremial.
Por eso creemos que no se trata de vocación, sino de hacer los esfuerzos por educar para cambiar nuestro futuro, de no bajar los brazos, exigir lo que como trabajadores merecemos: salario justo para hecerle frente a la vida diaria, respeto y condiciones dignas de trabajo.

  1. Luciana Cortez docente sanjuanina