Lo siento, no hay encuestas disponibles en este momento.

LA MUJER EN EL MERCADO LABORAL

Entendemos que las mujeres tenemos una doble opresión, de clase y de género. Estas han surgido como producto del desarrollo de los sistemas de explotación, desde las comunidades comunistas primitivas. Desde el “matriarcado” inicial, donde la mujer era a la que se le reconocía la filiación de los hijos sin tener la seguridad del padre, a la “patriarcal” que necesitaba reafirmar la filiación del padre para la herencia, han pasado siglos y sistemas.

El esclavista, el feudal, llegando a su máxima expresión con el capitalismo y su etapa superior, el capitalismo imperialista actual. Este sistema y modo de producción,  necesita que la mujer reproduzca la fuerza de trabajo con los hijos, garantice el descanso, la alimentación y vestimenta del obrero, para que estos puedan reintegrarse a sus tareas día a día. Fueron empujadas a ese papel en la casa y a su subordinación a quien la “mantenía”. Esto fue conformando la superestructura ideológica “machista”.

Fue larga la lucha de la mujer buscando participar en la producción para su crecimiento personal e independencia económica, lo que no significó terminar con la carga del trabajo doméstico. Al mismo tiempo al incorporarse al trabajo externo, lo hace en desigualdad de oportunidades.

Esto hace que las mujeres deban  enfrentarse a la imagen largamente asumida en las sociedades occidentales de un varón proveedor de la familia y una mujer dedicada al hogar y los hijos y el carácter de dependiente que tanto la teoría económica como la historia les atribuye.

Hay mucha bibliografía que ha comprobado que el trabajo asalariado de las mujeres no es nuevo, en definitiva, las mujeres hemos trabajado siempre. Efectivamente, hay información de la existencia de lavanderas, hilanderas, amas de cría, etc., registrada desde el Primer Censo Nacional de Población de 1869.

Si observamos las tasas de Actividad y Desocupación desde 1997, vemos un crecimiento relativo  en la participación femenina en el mercado laboral (tasa de actividad), teniendo un máximo valor (37,4) en el segundo semestre de 2003, que comienzan a bajar.

 

Fecha

Relevamiento

Tasa de
Actividad Desocupación
%
oct-97 26,5 9,1
oct-00 28,4 14,4
2ºS2003 37,4 16,6
4ºT2006 30,4 9,4
1ºT2007 30,3 9,0
4ºT2009 31,2 8,7
4ºT2012 28,4 4,6
2ºT2013 31,7 11,3
1ºT2017 29,2 5,7
2ºT2017 32,8 4,4

 

Hay una disminución en los valores de la tasa de desocupación (esta tasa mide la cantidad de mujeres que buscan trabajo activamente) pero esta caída no se debe a que las mujeres accedieron a puestos de trabajo u obtuvieron una ocupación sino a que dejaron de disputar para ingresar al mercado laboral (dejaron de buscar empleo), ante la falta de puestos de trabajo. Dicho esto podemos expresar que el aumento de la tasa que se visualiza en el 2013 es porque en ese momento había mujeres buscando de trabajo.

La división sexual del trabajo  existe en la medida en que las actividades laborales de hombres y mujeres en una sociedad — tanto dentro como fuera del hogar—están segregadas en función del sexo.

La manera concreta en que se lleva a cabo esta división varía en el tiempo y el espacio. Ideológicamente esta división se ha asumido como natural y como resultado de la complementariedad de los roles sexuales, la división sexual del trabajo, va asociado en la mayoría de las sociedades a una valoración desigual del trabajo de unos y otras y, consecuentemente, a la desigualdad social y a la jerarquización.

Para las mujeres está reservado el rol reproductivo, el mantenimiento del hogar  y la crianza, socialización y cuidado de hijas e hijos. Esto implica una larga jornada de trabajo que incluye la limpieza, lavado y planchado de la ropa, la preparación de la comida, hacer las compras, regar las plantas, llevar y traer a los/as niños/as a la escuela, revisar los deber con ellos/as, etc.

Cuando las mujeres trabajan fuera del hogar suelen desempeñarse en actividades altamente feminizadas, que no son más que la prolongación de estos mismos roles en la esfera pública: la enseñanza y la prestación de servicios personales. En los siguientes datos observamos que entre el 2004 y el 2017 se ha incrementado la participación de las mujeres que desarrollan tareas en actividades industriales y comerciales.

 

Rama de actividad 2004 2017
%
Total de mujeres ocupadas 100,0 100,0
Industria manufacturera 4,3 9,4
Comercio 10,6 16,4
Administración Publica 12,7 7,0
Enseñanza 18,8 20,1
Servicios Sociales (Salud) 16,3 9,8
Servicio Domestico 23,8 19,2
Otras actividades 17,1 18,1

 

Comparando los ingresos medios de los trabajadores podemos destacar que siempre ha existido una importante diferencia entre los ingresos percibidos por las mujeres, estos son inferiores a los de los varones. Podemos decir que las mujeres trabajan principalmente  en  puestos de menor remuneración, con menos horas de trabajo y una gran precarización laboral

 

Relación porcentual entre el ingreso promedio femenino y masculino
%
1993 70,5
1998 69,8
2003 74,9
2007 72,0
2008 72,2
2013 66,2
2017 69,6

 

Las diferencias  Varón-Mujer que se fueron generando en miles de años del desarrollo de los sistemas de explotación, sólo se resolverán con las revoluciones que como en nuestro  país, rompan los lazos de la dependencia imperialista y terminen con el latifundio terrateniente, imponiendo gobiernos que expresen la inmensa unidad del pueblo Argentino con los trabajadores y trabajadoras al frente, por una patria, libre, soberana y democrática que avance en resolver las contradicciones que son las responsables de las penurias del pueblo, la nación y las de género. Habrá que dar batalla por años para construir una sociedad más justa con relaciones igualitarias entre hombres y mujeres sin explotación ni opresión de ningún tipo.

Quienes ven sólo la opresión de género, terminan considerando a todos los hombres por igual, como los culpables de su situación y por lo tanto, enemigos. Lo hacen al margen de analizar las clases sociales y los sistemas que impusieron el patriarcado y hoy oprimen a los pueblos. No ven, que si abolir ese sistema de opresión que genera las causas, los avances serán limitados y sólo a algunos aspectos que no cuestionan al mismo.

 

Este 8 de Marzo debemos seguir exigiendo políticas públicas para abordar la persistente desigualdad laboral  y la discriminación salarial, ya que el mercado  de trabajo sigue caracterizándose por la segregación ocupacional que sitúa a las mujeres en los empleos con menores requerimientos de formación y calificación; por lo tanto de menor valor y más precarizados

Alejandra Campos