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Reflexiones Sobre Educación y Virtualidad

La educación es una fuente inagotable de debates y discusiones políticas, porque el proyecto educativo responde a un modelo de país, y en general, los intereses de los que detentan el poder no se corresponde con los de la comunidad, por lo que hoy en día queda más claro que nunca, la profunda desigualdad que nos atraviesa como sociedad.

Si tenemos en cuenta la crisis estructural que arrastra, hace décadas, nuestro sistema educativo debido a los proyectos neoliberales que han marcado el rumbo de nuestro país y el contexto actual atravesado por la pandemia, podemos ver que la realidad educativa, merece al menos, un análisis de todos los sectores que forman parte del entramado de dicho sistema (gobierno, gremios, docentes, familias, comunidades) y esto es, porque las consecuencias positivas o negativas que resulten de este momento histórico, sin dudas dejarán huellas hacia el futuro inmediato. En ste sentido es importante abrir al debate sobre qué educación queremos y cómo intervendremos o qué aportes haremos para modificar esta situación. Desde mediados de marzo, con la declaración del confinamiento obligatorio y preventivo, la escuela, tal como la conocíamos cambió rotundamente y se instaló un modo de educación virtual y a distancia (no presencial)


¿Qué y cómo están aprendiendo los y las estudiantes?

En el contexto de virtualidad en el que estamos inmersos, debemos ver con claridad que las enseñanzas y los aprendizajes no serán lo que se ha planificado al inicio del ciclo lectivo, lo que determina el PCI o Diseño Curricular Jurisdiccional, porque como sabemos la presencialidad en las escuelas es fundamental y el proceso de enseñanza – aprendizaje en el aula es irremplazable. La educación “virtual” provoca descontento e incertidumbre tanto en padres como docentes debido a múltiples factores, por ejemplo, que los padres o familias no son docentes y es muy difícil saber que ha aprendido cada niño/a, porque la conectividad se pierde por momentos y en muchos casos la falta total de ella, porque muchas familias y docentes no cuentan con las herramientas tecnológicas necesarias para el trabajo virtual, porque no se va a calificar cuantitativamente y además por todas las necesidades que las familias sufren como consecuencia del agravamiento de la crisis económica. En este sentido, lograr que los saberes mínimos sean adquiridos, depende fundamentalmente de la forma en la que el docente establezca un vínculo con el alumno y la familia.
A pesar de las complicaciones propias de la actual situación, no es imposible pretender que los y las estudiantes aprendan. Esto es así porque el cerebro humano, a pesar de que las condiciones de vida sean las más desfavorables por razones de salud mental o física o cultural, tiene las condiciones biológicas e innatas que lo impulsan a aprender. Se ha comprobado mediante diversos estudios que “el proceso de enseñanza- aprendizaje” es posible, entre otras causas, debido al vínculo que se establece entre los adultos, (en el caso de la escuela) los docentes y los alumnos/as, y también las herramientas que se les brindan para que puedan manejar las emociones que van a facilitar o no que se lleve a cabo dicho proceso.
En este sentido, podemos decir que el vínculo entre docentes, padres y alumnos es imprescindible, no sólo por la guía de estos hacia los estudiantes sino por la posibilidad de establecer un canal de comunicación donde el estudiante reciba el contenido y también las herramientas para no solo ser un alumno activo en el proceso educativo, sino también, protagonista del mismo, como por ejemplo, dando ideas para resolver problemas, formular preguntas, explicar con sus palabras, establecer relaciones, crear y recrear, que pueda conectarse con los otros y transformarse en maestro de sus pares, etc. En síntesis, que el alumno pueda expresar y argumentar cómo aprendió, cuáles son sus dudas, que propone para mejorar el aprendizaje, etc.

Sin dudas unos de los temas que generan más dudas y cuestionamientos en el ámbito educativo es cómo y qué se evaluará. Para ello es necesario tener en cuenta las condiciones en que los/as alumnos/as han recibido los contenidos para luego los docentes recabar toda la información mediante preguntas o encuestas con las que podamos obtener una clara señal de qué aprendió y cómo lo hizo. La reflexión que los y las estudiantes realicen en esta situación de aprendizaje (encuestas, etc.), generará en el alumno la capacidad de autorregulación de sus emociones, de la conducta, de las acciones, es decir, de planificar, organizar, monitorear los avances de sus propios aprendizajes, con el objetivo de que los estudiantes sepan reconocer sus debilidades y fortalezas. Desde ya, generar instancias donde las buenas prácticas de autoreconocimento y autoevaluación promuevan la resolución de problemas, la toma decisiones y la reflexión para que el alumno sea capaz de comunicar las estrategias que usó para resolver o dónde y cómo obtuvo la certeza de lo que está afirmando, que dificultades transitó, pero también darle la oportunidad de decir qué piensa o qué ideas le surgen. Aquí la retroalimentación cobra vital importancia, porque en el canal de comunicación que hemos establecido tenemos la oportunidad no solo de servir como guía o sostén para que logren sus objetivos sino también brindarles herramientas que generen autonomía necesaria, es decir, que sea crítico sobre su proceso de aprendizaje, saber qué hacer con lo que aprendió, tener la capacidad de producir un mensaje y que sus compañeros y adultos comprendan el mismo.

Para llevar a cabo esto es necesario que el docente esté presente en la vida escolar, presencial o virtual, del alumno para motivar, sugerir, acompañar, salvar dudas, etc.

Fuente: Luciana Cortez
Agrupación Causa Docente