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El escrache mediático no es justicia

Ilustración de Karlo Lottersberger

La hoguera mediática no es justica

En los últimos días me estuve preguntando si el escarnio público es una forma de justicia. La pregunta me surgió a raíz de conocerse la detención de una persona, en el marco de una investigación por un delito repugnante, y el tratamiento mediático que tuvo, por lo cual, advierto este comentario puede resultar polémico.

Sin dudas, la pornografía infantil es una actividad que no se puede encajar en ninguna lógica sana, y nada de lo que se haga para combatirla nunca nos va a parecer suficiente. Es terrible y siento en mis fueros más interno que incluso justificaría la pena de muerte o la justicia por mano propia. Eso no debe ocurrirme solo a mí. Por ese mismo motivo que al aparecer un caso de este tipo, convalidadnos con satisfacción mecanismos de justicia mediática que no son buenos.

Tres hombres fueron detenidos en San Juan luego de una investigación internacional que desbarató una red de difusión de pornografía infantil. Uno de los detenidos trabaja en un área de cultura del estado provincial y de los otros no se conoce mucho más. Solo un momento, dejemos de pensar en el delito al cual hice referencia y nos enfoquemos en el tratamiento que le dieron los medios y prensa de gobierno a esa investigación judicial.

La noticia tuvo cobertura internacional, la difundieron los medios locales en cada provincia donde se hicieron detenciones. Uno de los medios locales puso una foto y dio el nombre completo del funcionario público, que es uno de los detenidos. En la redacción de la noticia ese medio remata el texto preguntándose, preguntándole a los lectores si el detenido es solo un consumidor de pornografía infantil o tendrá más vinculaciones. Hasta ahí nada nuevo, porque la crítica a la prensa y esa modalidad de justica mediática ya es reiterada por muchos autores en los últimos años. Sin embargo, me llamó la a tensión que el gobierno provincial también se sumó al aporreo mediático. Inmediatamente conocida la noticia, prensa de casa de gobierno comunicó la des-contratación del funcionario. Anuncio que no le sumó en nada a la investigación del caso y que tampoco hacía falta aclarar, ya que nadie podría reprocharle al gobierno contratar a una persona que reunía antecedentes para el puesto en que se lo convocó y ahora debe ser despedido. Pero evidentemente si era necesario, porque prensa de gobierno quería ser noticia, es decir ser parte del escrache público.

Y, por si hasta ahora no se entiende lo que quiero señalar, voy a poner otro ejemplo: “el cuarto caso”. Cuando la doctora Galván se contagió de covid-19 por contacto con su hermano “el tercer caso”, se produjo una situación parecida, salvando las diferencias obvias. Si repasamos esa noticia, todo lo que se dijo y se escribió en medios y redes sociales, a la luz de la situación sanitaria actual, con 700 contagio diario, terapias colapsadas y cientos de muertos por la pandemia, vamos a sorprendernos al notar lo desmedido que fue el escrache a dos personas que en definitiva no contagiaron ni a sus familiares, amigos o pacientes. Sin embargo, el mismo gobernador de la provincia hizo una conferencia de prensa para prender la hoguera pública y arrojar a la Dra. Galvan. ¿Por qué lo hizo? Para calmar la sed de justicia popular, para ser parte de la noticia, para participar del espectáculo y correrse del lugar de acusado para volverse acusador ¿Hoy quien se pregunta cuál fue el resultado de la investigación alrededor del vuelo sanitario que trajo al paciente enfermo?

La justicia mediática no es democrática. Simplemente, porque quienes manejan lo principal de la agenda mediática siguen siendo monopolios (de medios y anunciantes), es la misma situación que se denuncias desde hace décadas. Y en el caso de las redes sociales sabemos, como ocurrió durante la represión estatal en Colombia, también puede ser controlada por los dueños de las plataformas y sus intereses políticos.

El escrache mediático sí es más satisfactorio que la justicia que nos proporciona el sistema de castas familiares que tenemos en el poder judicial, de nuestra provincia y nuestro país. Porque, por los medios, al menos nos enteramos de los casos, o lo que quieren contarnos, y podemos opinar en el foro que crean debajo de las noticias digitales. De alguna forma nos hacen sentir parte. Como si estuviéramos en una gran asamblea donde hacemos catarsis, creamos presión y exigimos que otros tomen medidas.

Tampoco me estoy manifestando en contra de los escraches. Son útiles como recursos de los desvalidos. Hay que recordar que los escraches tuvieron su origen en la lucha contra la impunidad. Fueron una herramienta de madres e hijos que perseguían a represores que vivían impunes. Luego pasaron a manos de mujeres que denunciaban a sus agresores sexuales, golpeadores y acosadores, porque en las comisarías ni siquiera les tomaban las denuncias. Pero los medios de comunicación no son actores que puedan equipararse a los nombrados.

En la actualidad, es muy común que los escraches sean colaterales a los procesos de investigación, e incluso anteriores a la denuncia penal, casi como una justicia preventiva. Y quizás sean lo mejor que tienen a mano las personas para satisfacer la sed de justicia, pero no debemos confundir las cosas y mucho menos, en lo posible, aceptar inocentemente ese juego. Debemos seguir exigiendo una justicia democrática, clara, ágil, transparente, y un tratamiento de las noticias “policiales” acorde a una ética periodística que ayude a conocer la verdad y a formar una opinión pública responsable. Porque, repito, hoy estamos frente a un caso repudiable, que justifica la canibalización mediática del acusado, pero no siempre va a ser así y ya va a ser tarde, vamos a estar acostumbrados al circo mediático y a no a pedir justicia verdadera.

AUTOR: Federico Agüero