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Malvinas: 40 años luchando contra la desmalvinización y los ocultamientos

El retorno de los soldados de Malvinas luego de la derrota argentina en la guerra fue visto como una amenaza para las FFAA. Sus testimonios y su propio estado físico y psicológico podían contribuir a alimentar la indignación social y a profundizar el descrédito de la población ante la Junta Militar que había llevado al país a una guerra contra Gran Bretaña. Ante esto las FFAA diseñaron un plan para ocultar a los propios soldados.

 La misma metodología que habían utilizado durante el período previo de represión clandestina – encubrimientos, censura, amenazas, operaciones de inteligencia y complicidad mediática – fue implementada luego de la rendición argentina en las islas para que la población no pudiera ver ni recibir a los soldados.

Las fuerzas armadas argentinas eran conscientes de la derrota inminente no solo militar sino también política y simbólica en Malvinas mucho antes de que terminara la guerra. En los altos mandos argentinos se sabía que la rendición era inevitable. De todos modos mantuvieron un tiempo más los combates a un altísimo costo de vidas que se perdieron en los últimos días de la guerra. Cuando finalmente sobrevino la rendición, se elaboraron estrategias para atenuar su efecto simbólico.

A la destrucción y el robo del material fotográfico que contenía el registro del final de la guerra, la rendición y la organización del retorno, le seguiría la invisibilización y el ocultamiento de los propios soldados en su llegada al continente. El objetivo era esconderlos prohibiendo todo tipo de contacto con la población para ocultar las condiciones físicas y psicológicas en las que regresaban y contar así con tiempo de mejorar su imagen y su estado físico. Para cumplir dicho objetivo, en muchos casos, los excombatientes estuvieron recluidos por horas, días y hasta semanas en los destinos militares sin poder contactarse con sus familias ni tampoco verlas

El ocultamiento tenía también por objetivo imponer el silencio a los excombatientes sobre sus experiencias en las islas. La intención de las tres fuerzas fue ocultar a la sociedad el pésimo desempeño que tuvieron para evitar la profundización del desprestigio que ya recaía sobre las FFAA. La idea era que “la ropa sucia se lava en casa” y la casa era el interior de los cuarteles. Mientras para oficiales y suboficiales la orden era explícita y asumida como parte de sus funciones, para los soldados en cambio se dictaba en forma de amenazas.

Una instancia clave del plan de ocultamiento de los soldados era el momento en el que arribaran al continente. Las FFAA se propusieron esconderlos cuando descendieran de los barcos e impedir que la población se acercase a verlos y recibirlos. El crucero de lujo inglés Canberra arribó a Puerto Madryn el 19 de junio de 1982 con 4136 soldados. El 25 de mayo la prensa argentina había anunciado su hundimiento por parte de las fuerzas argentinas, sin embargo fue ese barco, que se encontraba en perfectas condiciones, el que más soldados trajo al continente una vez finalizada la guerra.

El ocultamiento del regreso: primer paso del proceso de “desmalvinización”

El desprestigio de las FFAA debido a la derrota militar en las islas aumentó la posibilidad de cuestionar más ampliamente a las instituciones castrenses.

En este contexto, comenzó a extenderse la idea de que aquellos que habían cometido masivas violaciones a los DDHH en la llamada “guerra antisubversiva” eran, también, los responsables de lo sucedido en las islas. La derrota en la guerra y la forma en que esta sobrevino favoreció la generalización de un clima opositor y antimilitar. Como señala Marina Franco: “La guerra significó, en ese sentido, no solo el derrumbe del régimen, sino también el final de las ‘FFAA victoriosas’ en la guerra interna. A partir de allí comenzaron a ser objeto de exigencias, cuestionamientos y pedidos de rendición de cuentas”

Las acusaciones cruzadas entre las fuerzas y los cuestionamientos por sus actuaciones en la guerra de Malvinas estallaron con “pases de factura” entre una fuerza y otra motivados por la derrota en las islas. El rechazo a todo lo militar crecía y cada fuerza quería salvarse a sí misma.

Los organismos de derechos humanos aprovecharon esa situación para ampliar la base social de sus reclamos. “Si en abril de 1982 unas 3000 personas se habían reunido en la Plaza de Mayo convocados por las Madres de Plaza de Mayo, en octubre y diciembre del mismo año la Marcha por la Vida y la Marcha de la Resistencia, respectivamente, congregaron a más de 10.000 personas cada una. En abril de 1983, la marcha en repudio al Informe Final elaborado por el régimen militar reunió a 50.000 manifestantes”45. La cantidad de asistentes a dichas movilizaciones es un dato demostrativo de hasta qué punto la derrota en las islas habilitó el espacio de escucha y reconocimiento de las voces de las víctimas del terrorismo de Estado.

Las insistentes demandas sociales de revisión y juzgamiento por los crímenes cometidos antes y durante la guerra comenzaron a ser una amenaza para la estabilidad interna de las FFAA. A esto se le sumaban las denuncias debido a la cultura institucional de maltrato y abuso hacia los soldados que realizaban los oficiales y suboficiales durante el servicio militar que ahora tenían una escucha social más perceptiva.

La improvisación, las irregularidades a la hora de informar a los familiares de los muertos, la no resolución de qué hacer con los muertos que quedaron en las islas, la decisión de dar por muertos a los desaparecidos entre muchas otras cuestiones permiten tender un puente directo entre las prácticas de la dictadura respecto del terrorismo de Estado y lo sucedido en Malvinas.

El sentimiento de engaño masivo y extendido que tuvo la población post-Malvinas permitió a grandes sectores sociales (aunque sea de difícil comprobación empírica) conectar y repensar otros posibles engaños y ocultamientos sufridos durante la dictadura. En el período de postguerra se implementaron estrategias destinadas a aislar a los soldados para evitar que tuvieran contacto con sus antiguos compañeros de destino. Hubo para eso seguimientos a todos los centros de excombatientes que comenzaron a organizarse46. Las fuerzas armadas se destacarían también por la ausencia o insuficiencia de medidas de contención, ayuda psicológica, reconocimiento y reparación hacia quienes habían luchado y hacia los familiares de los caídos.

El ocultamiento del regreso de los soldados se sumó así a la larga lista de acciones implementadas por el terrorismo de Estado tendientes a ocultar sus crímenes.