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Evita: génesis y fundamento de su causa y acción política

La fundamental acción social desarrollada por Eva Perón es el rasgo más excluyente que la historia política argentina le asignó a la «abanderada de los humildes». Sin embargo, fue su intenso y poco explorado vínculo con el sindicalismo y su sujeto social, los trabajadores, lo que la configuró como una auténtica lideresa de masas.

Estudiosos del peronismo y dirigentes de la fuerza fundada por Juan Domingo Perón consultados por Télam ubican la relación entre Evita y el movimiento obrero como uno de los aspectos centrales en la construcción de su poder y su consolidación en aquel gobierno, cristalizado en su frustrada candidatura a la vicepresidencia de la Nación impulsada por la CGT para las elecciones del 11 de noviembre de 1951.

El inicio de su acción política suele identificarse a partir de su vínculo con Perón, pero Eva comenzó a ser la «compañera Evita» tiempo antes: tuvo una decidida militancia gremial en sus años de actriz, primero, en 1939, como parte de la Asociación Argentina de Actores, y luego en la Asociación Radial Argentina, gremio que la encuentra entre sus fundadoras en 1943 y del que sería elegida presidenta en 1944.

«Las biografías y estudios sobre su figura suelen pasar por alto esto. Pero en sus años de actriz ya podemos advertir algunas señas en la formación de su identidad y compromiso en este sentido», señala Santiago Régolo, sociólogo e investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón (Inihep).

Régolo reseña que, como trabajadora del espectáculo, Eva experimentó la «angustia de no tener ningún tipo de protección cuando no formaba parte de algún elenco u obra y, en un contexto de bajos sueldos y de precariedad laboral y reivindicando su condición de trabajadora, Evita comenzó a participar en organizaciones gremiales en defensa de los derechos de los trabajadores de su sector».

Para Héctor Amichetti, secretario general de la Federación Gráfica Bonaerense, en cambio, el «fervoroso compromiso» de Eva con la acción política se profundiza en su relación con Perón pero tiene su origen «en la sensibilidad social que la caracterizó desde niña; cuenta ella en ‘La razón de mi vida’ que hasta los 11 años creía que había pobres como había pasto y que había ricos como había árboles, hasta que un día oyó por primera vez de labios de un hombre de trabajo que había pobres porque los ricos eran demasiados ricos».

De igual modo, el histórico dirigente peronista y secretario general del Instituto Nacional Juan Domingo Perón de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas, Lorenzo Pepe, afirma que si bien Perón, a quien «amó profundamente» fue su «gran maestro», el sindicalismo «tuvo mucho que ver en la formación de Eva».

Lo cierto es que su acción política suele quedar centrada en su impresionante tarea de «ayuda» social, relegando su aporte hacia la progresiva consolidación del denominado «sindicalismo de Estado» y, en mayor medida, hacia el «sindicalismo peronista».

Ello se explica en parte -apunta Régolo- en que el trabajo social «suele tener una visibilidad más inmediata y genera menos oposiciones».

«Los primeros estudios y biografías sobre Eva dejaron en un segundo plano otros espacios de acción política que fueron configurando su liderazgo, uno de ellos era el sindical, donde pareciera que el liderazgo o la acción política de las mujeres no termina de encajar», reflexiona Régolo.

Desde una mirada más política, Amichetti sostiene que el hecho de que la irrupción en el campo gremial de Evita haya quedado en un lugar casi marginal de la historia se explica en la existencia de «sectores interesados que prefieren destacar su tarea de ‘ayuda social’ para minimizar su rol político estratégico a través de su vínculo con el movimiento obrero organizado».

Al asumir su primera Presidencia, en junio de 1946, Perón advirtió que alguien de su extrema confianza debía ocupar la Secretaría de Trabajo y Previsión (STyP), un lugar clave desde donde tiempo antes y al compás de un amplio otorgamiento de derechos sociales, él mismo cimentó su vínculo con las organizaciones gremiales, base de sustentación de su poder político.

Si bien Perón nombró en el cargo a José Freire -un dirigente del gremio del vidrio que era miembro del Comité Central Confederal de la CGT- fue en su joven esposa en quien delegó el vínculo de los trabajadores organizados con el naciente «Estado peronista».

«Fui a la Secretaría de Trabajo y Previsión porque en ella podía encontrarme más fácilmente con el pueblo y con sus problemas; porque el ministro de Trabajo y Previsión es un obrero y con él ‘Evita’ se entiende francamente y sin rodeos burocráticos; y porque además allí se me brindaron los elementos necesarios para iniciar mi trabajo», escribe Eva Perón, en «La razón de mi vida».

Régolo reseña que con la asunción de Perón «la continuidad de la relación con el sindicalismo se planteaba como uno de los puntos más importantes en los que debía estructurarse el poder del Gobierno y el movimiento político peronista. En ese contexto, Eva fue la que tomó ese contacto diario».

En los primeros momentos de la administración peronista, Evita asumió un rol de intermediaria entre Perón y los gremios, así como también de mediadora en conflictos gremiales y representante del Presidente en actos y homenajes. Pero no menos central fue su función en el proceso de identificación del sindicalismo y su central gremial más importante, la CGT, con el Estado y particularmente con el peronismo.

«Eva fue parte y muy importante en la consolidación del sindicalismo peronista», juzga Lorenzo Pepe

Para Amichetti, el vínculo directo que Eva tuvo con los sindicatos y la CGT resultó clave para su consolidación política: «Le permitió ganarse la confianza de la mayoría de los dirigentes sindicales y afianzar una concepción sindical cada vez más ligada a los objetivos de transformación económica y social puestos en marcha».

Régolo apunta que la «informalidad de no tener ningún cargo en el Ejecutivo» le permitió a Eva funcionar como «enlace en internas de sindicatos para proyectar a dirigentes cercanos al peronismo, movilizar el apoyo a iniciativas del Gobierno, como los planes quinquenales o la consolidación de la rama sindical a partir de la adhesión formal de la CGT al peronismo».

La llegada de José Espejo a la titularidad de la CGT ahondó los contactos de la cúpula sindical con Evita, permitiendo consolidar el binomio peronismo – CGT.

De hecho, cuando esa central adscribe formalmente al peronismo tras su Congreso Extraordinario de 1950 también propugna el desplazamiento de «perturbadores» y comunistas de las líneas de dirección, alegando -como Eva- que se movían según instrucciones impartidas desde el extranjero y ajenas al interés nacional.

«Evita estaba convencida que era necesario tener una CGT abiertamente identificada con el peronismo para defender a la revolución de las acechanzas enemigas. Las posturas de autonomía sindical, estuvieran o no influenciadas por ideologías extranjeras, no le garantizaban el compromiso de apoyo al Gobierno que Eva consideraba necesario», reflexiona Amichetti.

Algunos biógrafos entienden que las relaciones que Evita fue tejiendo con determinados dirigentes de la CGT le permitió edificar un poder propio y, en cierto modo, casi autónomo del propio Perón.

Régolo relativiza esa teoría: todas las acciones de Evita «están en el marco de la consolidación del peronismo y su correspondiente institucionalización». Y agrega: «jamás se pensó por fuera o de manera autónoma a él, ni al propio Perón».

De igual modo, Lorenzo Pepe sostiene: «Eva nunca intentó ser autónoma del propio Perón, jamás, por el contrario, si hubo un objetivo en su vida fue estar muy cerca de él».

No obstante -apunta Régolo-, «la relación con la dirigencia de la CGT y otros referentes del campo gremial contribuyó a la edificación de su propio liderazgo y generó, podríamos decir, un proceso subsidiario de identificación con su figura».

La estrecha relación entre el campo gremial y el liderazgo de Evita quedó expuesta en la candidatura a la vicepresidencia propuesta por la CGT para las elecciones del 11 de noviembre de 1951.

Al respecto, Régolo sostiene: «Así como Eva fue fundamental en la canalización de demandas de los gremios, el impulso de su candidatura y el apoyo para que fuera formalmente parte de la estructura del Gobierno era para la CGT una forma de consolidar su propia base institucional».

Finalmente, por la fuerte presión de las Fuerzas Armadas y por otros motivos aún en debate, la «compañera Evita» renunció a su postulación.

«En mi experiencia de cuatro años yo puedo decir, con toda franqueza, que los dirigentes gremiales conocen mejor la realidad popular que los dirigentes políticos. Y, en honor a la verdad, debo decir también que los dirigentes políticos superan a los gremiales solamente cuando saben mantener contacto honrado con las organizaciones sindicales», dice Evita en «La razón de mi vida».

Fuente: Télam