Lo siento, no hay encuestas disponibles en este momento.

INCLUSIÓN FORZADA, ¿OTRO INTENTO DE INVISIBILIZARNOS?

La histórica intolerancia de sectores conservadores que se propaga a través de una sociedad desprevenida

Por David Alos

Hace años venimos hablando de los movimientos que han revolucionado nuestro mundo, buscando cambiar el paradigma y la óptica de la cruel “normalidad” que hemos vivido durante siglos.

Hace años que en la calle vemos cómo las personas que forman parte de la sociedad – pero que sistemáticamente han sido invisibilizadas, invisibilizades e invisibilizados – caminan por las calles con la libertad de vestirse como quieren y relacionarse con quienes quieren.

En principio, todos los sectores de la sociedad están de acuerdo con este progreso, con esta apertura mental que las luchas de movimientos sociales alrededor del mundo lograron imponer en muchos países de nuestro planeta. La batalla cultural, claramente, aún no está ganada. De hecho, las conquistas han sido enormes, pero aún no se logra un cambio tan drástico como para que las cosas que están mal de fondo puedan cambiar: el patriarcado, el machismo, la homofobia, el racismo, los femicidios, los transfemicidios, los travesticidios.

Debemos entender que cuando digo que en principio todos los sectores de la sociedad están de acuerdo, es porque la presión social es tanta que la parte conservadora no tiene lugar para desparramar sus discursos de odio acerca de estas temáticas. Esto no significa que, cada tanto, aparezcan campañas y, en grupos reducidos, no se animen a decir las barbaridades que piensan sin tapujo alguno.

Es en este contexto que la industria del cine, las series y el streaming han comenzado un camino muy interesante hacia la inclusión. La inclusión de la que hablo no es más que comenzar a visibilizar que, en nuestra sociedad, existen las mujeres, que además de las personas blancas existen muchos otros colores de piel, que las diferentes sexualidades y géneros existen y coexisten en esta sociedad, aun cuando muchas veces se busque invisibilizarnos.

Cuando digo que han comenzado un camino, no hablo de dos o tres años, porque sería olvidarnos que desde 1985 existe el test o la regla de Bechdel/Wallace, un método para evaluar la brecha de género en las películas en general y, por extensión, en las series u otras producciones artísticas. Pero también es verdad que en la última década la inclusión ha sido cada vez más grande, porque las conquistas del movimiento de mujeres en el mundo, más la visibilización del orgullo LGBTTIQ+ o el movimiento Black Lives Matters, han hecho imposible que las grandes productoras se olviden de visibilizar estos sectores.

Si nos quedamos con lo que he dicho hasta el momento, podríamos decir que hay un balance positivo, si bien hay muchas cosas por arreglar todo está sobre rieles y funcionando hacia una mejor sociedad. Pero esos sectores intolerantes de los que hablaba son los que sostienen los discursos hegemónicos porque son poderosos y porque, de alguna u otra manera, tienen influencia en la política y gran alcance (o son dueños) en los medios de comunicación con grandes concentraciones de poder.

A partir de esas influencias es que logran instalar discursos como “la ideología de género”, “la dictadura de género” y que, en el último tiempo, también han podido poner en agenda la tan mentada “inclusión forzada”.

¿Qué es, supuestamente, la inclusión forzada? Consiste en cambiar características de personajes reconocidos popularmente para incorporar una narrativa “políticamente correcta” aunque la historia no cumpla con las expectativas, ni justifique este cambio drástico en su elenco. Es decir, incluir un personaje negro, homosexual, trans, que en vez de que un hombre sea el protagonista de las historias se proponga una mujer “sin justificación alguna”.

En el fondo, la intención de este discurso es que “las minorías”, es decir, lo que ese sector cree que somos minorías, tengamos que justificarnos por existir, por ser o por elegir lo que queramos con nuestras vidas. Este discurso que parece políticamente correcto, como lo es la inclusión forzada, que nos dice que en realidad no corresponde que haya inclusión, no es más que un eufemismo de la discriminación y tienen razón de ser en las estructuras de esta sociedad que aun se resisten a cambiar.

No existe tal cosa como la inclusión forzada, y si existiera ¿por qué estaría mal? Si hablamos de inclusión, indefectiblemente tenemos que hablar de que un sector de la sociedad presiona, “fuerza” a otro sector a aceptar que existen otras maneras de pensar, de vivir, de existir y de amar. Existen y han existido siempre, solo que en algún momento de la historia, la violencia y la injusticia dejó de ser normal gracias a las luchas populares que, por suerte, han logrado cambiar nuestra idiosincrasia.

Es en ese sentido que no podemos permitir que la sexualidad, género, color, religión e ideología de un personaje se considere forzado cuando es completamente evidente que representa a personas que existen y que, a su vez, forman parte de la audiencia que ve esos contenidos. Como público debemos sentirnos identificados y generar sentido de pertenencia con el arte para poder empatizar con él, pero también para poder materializar a través del canal de expresión de las culturas los cambios, las conquistas y la ampliación de derechos. La diversidad existe, es tangible y la idea de querer ser representada no puede jamás ser concebida como forzada, porque solo es una respuesta a esa diversidad con la que nos encontramos en la calle todos los días.