Corrupción en PAMI: Uno de los candidatos de la lista de Adorni es acusado de traficar cargos públicos para militantes libertarios

Chats filtrados comprometen a Diego Vartabedian, noveno en la lista de Manuel Adorni en CABA, quien se dedicaba a ubicar «gente acorde» en ANSES y PAMI bajo órdenes del riñón más íntimo de Karina Milei.
El escándalo por corrupción en el PAMI no solo sacude las entrañas del gobierno de Javier Milei, sino que también golpea de lleno a su vocero estrella y precandidato en la Ciudad de Buenos Aires, Manuel Adorni. Uno de sus postulantes, Diego Vartabedian, quedó expuesto en conversaciones donde pedía militantes libertarios para llenar cargos estatales, como si el Estado fuera una agencia de empleo partidaria.
El ajuste brutal, la motosierra discursiva y el desprecio por lo público que enarbola Javier Milei como bandera de gobierno encuentran, una vez más, su límite en la hipocresía. Mientras el Presidente recorta jubilaciones, desfinancia universidades y destruye programas sociales en nombre de la eficiencia y la lucha contra la “casta”, su círculo más íntimo convierte al Estado en una caja de favores para militantes amigos.
El reciente escándalo en el PAMI, donde se investiga una trama de nombramientos irregulares, pedidos de aportes para mantener puestos y tráfico de influencias, ahora salpica directamente a Manuel Adorni, vocero presidencial y candidato en la Ciudad de Buenos Aires. La revelación de chats comprometedores publicados por Clarín y La Política Online evidencian que Diego Vartabedian, noveno en la lista de Adorni y actual funcionario de la Secretaría General de la Presidencia, se dedicaba activamente a gestionar cargos en organismos como ANSES y PAMI para militantes libertarios.
“Lourdes me dice Lule que me pases de Anses gente acorde al cargo y que sean militantes para poner en alguna de las oficinas que hay”, se lee en una de las conversaciones que Vartabedian sostuvo con la diputada Lourdes Arrieta, revelando una estructura aceitada para ubicar afines en puestos clave. El pedido, lejos de ser una anécdota, se enmarca en una lógica de cooptación del Estado con fines partidarios, impulsada desde lo más alto: el propio Lule Menem —mano derecha de Karina Milei— y el ministro Luis Petri aparecen mencionados como piezas claves en esta maquinaria.
El caso no es aislado ni marginal. Según denunciaron ex funcionarios ante diversos medios, varios operadores del gobierno libertario exigían «contribuciones» para conservar los cargos, en una operatoria que remite al viejo clientelismo al que Milei decía venir a erradicar. En este contexto, el ministro de Salud, Mario Lugones, anunció una auditoría interna para «esclarecer» los hechos, en lo que parece más un manotazo de Santiago Caputo para dañar internamente a Sebastián Pareja, principal armador de Karina Milei en el territorio bonaerense.
Lejos de ser una oveja negra, Vartabedian es parte estructural del proyecto libertario: ocupa la Dirección Nacional de Relaciones Institucionales y Asuntos Políticos, un cargo clave para la articulación entre el Ejecutivo y otros poderes. Y no llegó allí por mérito técnico ni concurso público, sino como parte del armado político de La Libertad Avanza, ese espacio que con el puño cerrado predica el achique estatal pero con la otra mano distribuye cargos como caramelos a sus fieles.
Lo irónico, casi grotesco, es que esta red de favoritismo ocurre en medio de un gobierno que hace gala de su “anticasta”, que acusa a los sindicatos de mafiosos, a los docentes de vagos y a los científicos de burócratas inútiles. Pero cuando se trata de garantizar la tropa propia, la eficiencia y el recorte quedan a un costado. El Estado, ese que Milei quiere dinamitar, sirve perfectamente como botín para premiar la obediencia.
La figura de Vartabedian también deja al descubierto la fragilidad política de Adorni, quien intenta mostrarse como vocero eficiente y rostro amable del régimen libertario, pero que convive con escándalos a escasos pasos de su boleta electoral. Mientras en redes sociales se multiplican los cuestionamientos y las burlas hacia esta incoherencia, desde el oficialismo reina el silencio o la táctica del chivo expiatorio.
En un clima electoral caldeado, donde los libertarios buscan consolidar su hegemonía en la Ciudad de Buenos Aires, este nuevo episodio de corrupción revela que el problema no es solo el Estado, sino quiénes lo administran y con qué ética. La doble vara moral de este gobierno empieza a ser inocultable: ajusta a los jubilados pero premia a los amigos; cierra programas sociales pero abre ventanillas de empleo militante.
La promesa de limpiar la política se transforma, una vez más, en un lodazal de favores, contactos y acomodos. El caso Vartabedian no es una excepción: es la regla de un gobierno que dice odiar la política mientras la usa en su forma más degradada.