Cierre del Instituto Belgraniano: A Milei le molesta el amor a la patria y el ejemplo de Manuel Belgrano

En un nuevo golpe a la cultura y la historia argentina, el gobierno de Javier Milei oficializó la disolución del Instituto Nacional Belgraniano, una institución con más de 80 años de trayectoria dedicada a la investigación, conservación y difusión del legado de uno de los próceres fundamentales de la Patria: Manuel Belgrano.
La medida, anunciada durante la Semana de Mayo —nada menos—, desató una ola de repudios y volvió a encender las alarmas sobre el sistemático vaciamiento de los organismos culturales e históricos del país.
El presidente ad honorem del ahora extinto Instituto, Manuel Belgrano, descendiente directo del creador de la bandera, no escatimó palabras: «Es un ataque contra la historia, contra nuestra identidad nacional y contra la memoria de todos los argentinos», afirmó en diálogo con Perfil. Para él, la decisión del gobierno no tiene fundamentos lógicos ni administrativos, y responde a un desprecio profundo por los valores patrióticos y la historia común del pueblo argentino.
Liquidar la memoria
Fundado en 1944, el Instituto Belgraniano ha sido una referencia ineludible en el estudio del pensamiento, la vida y la obra de Manuel Belgrano, un prócer transversal que no responde a ninguna bandera partidaria y que fue, según destacan investigadores, un precursor de transformaciones sociales, culturales y políticas desde los albores de la independencia.
Con un valioso archivo, una biblioteca de tres mil libros, cuadros patrimoniales y actividades educativas que llegan a cientos de escuelas, el Instituto funcionaba con apenas cuatro empleados, en instalaciones del Regimiento de Infantería 1 de Patricios, sin gastos operativos significativos. A pesar de esto, el decreto 346/2025 firmado por el presidente Milei selló su cierre sin contemplaciones, en el marco de un paquete de recortes que también afectó al Instituto Browniano, al Newberiano y que convirtió al Sanmartiniano en simple museo.
“El Belgraniano no representaba un gasto excesivo para el Estado. Lo que molesta no es el dinero, es el contenido: el símbolo, el mensaje de la patria, el ejemplo de Manuel Belgrano. Molesta la historia que no se puede manipular”, reflexionó un integrante del equipo de investigación del Instituto, que prefirió mantener el anonimato.
Centralización y control político
La justificación del Gobierno esgrimida por el vocero presidencial Manuel Adorni apunta a una supuesta “reorganización” de los institutos históricos, que serán absorbidos por un único organismo centralizado, el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas. Sin embargo, esa nueva entidad aún no tiene estructura definida ni garantía alguna de autonomía. Por el contrario, estará dirigida por funcionarios designados por el Poder Ejecutivo, lo que genera fundadas sospechas sobre su independencia académica.
Para Manuel Belgrano (chozno del prócer), esta concentración no es solo burocrática, sino ideológica: “Es un riesgo gravísimo para nuestro acervo y legado histórico modificar la autarquía e independencia de estas instituciones. Se atenta contra el federalismo, la pluralidad y la diversidad historiográfica. Se pone en riesgo nuestra identidad nacional”.
El momento del anuncio no fue casual. Que se hiciera público días antes del 25 de mayo, fecha emblemática de la revolución de 1810 y del ideario emancipador del propio Belgrano, resulta al menos provocador. “Es sugestivo. Belgrano fue el numen de Mayo, el ideólogo de una patria libre. Silenciar su legado en estas fechas es un acto de desprecio simbólico», señaló su descendiente con tono firme y dolido.
Un legado que resiste
La indignación generada por el cierre se extendió rápidamente por redes sociales y círculos académicos. Historiadores, investigadores, docentes y ciudadanos de a pie ya comenzaron a movilizarse: una petición en Change.org superó las 4.200 firmas y crecen las adhesiones a favor de revertir el decreto.
Ante la clausura institucional, Manuel Belgrano anunció la conformación de una asociación civil que buscará continuar el trabajo del Instituto, proteger el patrimonio documental y mantener vivo el legado de su ilustre antepasado. “Vamos a seguir. El proyecto belgraniano no se rinde, porque no se trata solo de un nombre, sino de los valores de justicia, educación, esfuerzo y libertad que construyeron nuestra nación”, expresó.
Ajuste y olvido
Este nuevo recorte no es aislado. Se inscribe en una política sistemática del gobierno libertario que ha eliminado programas culturales, vaciado organismos como el INCAA, el CONICET y el Fondo Nacional de las Artes, y que intenta transformar la educación pública en un privilegio para pocos. La historia, como la cultura y la ciencia, se vuelve blanco del ajuste cuando el poder busca borrar todo aquello que puede cuestionarlo.
Lo que se intenta clausurar no es un edificio ni un presupuesto: es la memoria colectiva de un pueblo. En palabras de Belgrano (el de hoy): “El ataque es contra la historia, como forjadora de nuestra identidad y reservorio de la memoria de los argentinos. Hay una absoluta falta de sentimiento patrio en quienes ejecutan estas decisiones”.
Mientras el Gobierno celebra sus “ahorros”, el país pierde mucho más: pierde raíces, pierde símbolos, pierde rumbo. Pero todavía queda la resistencia de quienes no están dispuestos a permitir que se apague el fuego de la historia.