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Aspiran a ganar más de setenta escaños en las próximas elecciones

La travesía por el desierto de los liberales demócratas británicos ha durado nueve años, desde que en el 2010 tuvieron la nefasta idea de entrar en un gobierno de coalición liderado por David Cameron que no les dio ni el pan ni la sal. Les obligó a apoyar la política de austeridad más brutal aplicada en el país desde la Segunda Guerra Mundial, a rubricar la subida de las matrículas universitarias (en contra de uno de los puntos fundamentales de su programa), y ni siquiera consiguieron como contrapartida el cambio del actual sistema electoral mayoritario por uno de representación proporcional. Los votantes no tuvieron compasión –no suelen tenerla–, y sus 57 escaños quedaron reducidos de una tacada a unos miserables ocho. El grupo parecía muerto.

Su salvavidas ha sido el Brexit, al presentarse como el partido más claramente remain , sin ningún tipo de ambigüedades. En su congreso en Bournemouth, los militantes han refrendado la propuesta de su nueva líder, Jo Swinson, de revocar directamente el artículo 50 y los planes para la salida de la Unión Europea, sin necesidad tan siquiera de un segundo referéndum. Disidentes tanto del Labour como de los conservadores (Philip Lee, Sara Wollaston, Luciana Berger, Chuka Umunna, Sam Gyimah…) se han pasado a sus filas, han robado un escaño a los tories en una elección parcial en Gales y los sondeos les dan un apoyo de alrededor del 18%, sólo unos pocos puntos detrás del Labour.

Aspiran a ganar más de sesenta escaños en las próximas elecciones y ser necesarios para poder gobernar.

Los lib dems, históricamente, han intentado sobrevivir como una fuerza de equidistancia entre el Labour y los conservadores, económicamente de centro derecha y socialmente de centro izquierda. Pero la equidistancia es un territorio ingrato, ni chicha ni limoná, y más aún en un sistema mayoritario dominado por dos grandes partidos históricos con afiliaciones tribales.

Aprovechando que la línea divisoria de la nueva política británica ya no es derecha-izquierda sino Europa sí o no, han decidido ir a por todas, y que salga el sol por Antequera. En la clausura de su conferencia, Swinson se presentó como la única opción de centro, frente al populismo y el nacionalismo de Johnson y Corbyn.

Al apoyar la cancelación del Brexit sin otro referéndum, la idea es colonizar el flanco remain aprovechando las dudas y medias tintas del Labour, cuya posición sobre el Brexit nunca ha estado del todo clara, y ahora parece respaldar elecciones y una nueva consulta (aunque no se sabe en qué orden), sin comprometerse a si apoyaría la permanencia o una salida suave -dentro del mercado único y la unión aduanera- negociada con Bruselas por Corbyn.

Ignorar el resultado del referéndum del 2017 puede ser calificado de cuestionable-mente democrático, pero tal como está el patio en el Reino Unido y la polarización e ira reinantes, la mayoría de seguidores liberal demócratas dicen que les trae sin cuidado, y que la campaña del leave ganó con malas artes, a base de mentiras y utilización ilegítima de bases de datos, prometiendo 400 millones de euros a la semana para la sanidad pública, y amenazando con que 83 millones de turcos (la población total del país, que ni siquiera es miembro de la UE) se presentaría en los acantilados blancos de Dover para quedarse. Lo recuerda David Cameron en sus memorias.

A nivel de sondeos, recuperación de imagen e influencia política, la estrategia de ser el partido 100% remain le está dando resultado, y Swinson dice que incluso aspira a tener entre 60 y 100 diputados en la próxima legislatura, siendo su apoyo imprescindible para gobernar. Los lib dems salieron escaldados de la coalición con Cameron, pero no descartan ayudar al Labour a formar gobierno si su líder es otro que Jeremy Corbyn. La ambición está bien, pero parece exagerada, ya que en sólo 22 circunscripciones quedaron segundos en el 2017, y no todos los partidarios de la permanencia son tan radicales como para querer ignorar el resultado del voto más masivo en la historia del país.

(Fuente;La Vanguardia)