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76 años del terremoto en San Juan

El 15 de enero de 1944, la provincia de San Juan sufrió uno de los eventos naturales más destructivos registrados en la historia del país: cerca de las 20.50 p.m del sábado, un terremoto destruyó el 80% de la provincia dejando nueve de cada diez casas, devastadas. En pocos segundos, 400 años de historia se convirtieron en escombros: San Juan quedó en ruinas.


Sin embargo, la mayor pérdida no fue material: pese a que la cantidad de víctimas nunca se pudo establecer con claridad, se estima que fueron unos 10.000 afectados y 5.000 muertos. Muchos de los cuerpos, hasta el día de hoy no pudieron ser encontrados.


“La ley ordenaba que a las personas fallecidas había que incinerarlas rápidamente por el tema de las pestes. Pero mucha gente no quería que quemaran los cuerpos de sus seres queridos, entonces escapaban con los muertos a distintos puntos para enterrarlos, principalmente a los niños”, contó a PRIMERA EDICIÓN el Licenciado en sociología y genealogía Juan José Arancibia, quien se desempeña como Vicepresidente Primero del Centro de Genealogía y Heráldica de San Juan.

Tampoco es posible saber cuántos niños quedaron sin sus padres y sin nadie a quien acudir. Todos ellos fueron enviados a Mendoza o Buenos Aires, donde la Dirección General de Inmigración se encargó de darles un nuevo destino dentro del país. Muchos hermanos fueron separados y no pudieron volver a reencontrarse.

“Hay un capítulo de la historia sanjuanina de la que nunca nadie se quiso hacer cargo, que es justamente cómo los niños afectados por el terremoto pueden recuperar su identidad, independientemente del lugar donde se encuentren”, dijo el también autor del libro “Víctimas del terremoto del 15 de enero de 1944. Primer listado de fallecidos”.


En el libro, que llevó seis años de ardua investigación, Arancibia se propuso darles un nombre a las víctimas del terremoto. El libro les devolvió la identidad a los fallecidos y permitió que los familiares pudieran buscar el lugar en el que se encontraba aquella persona a la que buscaban hace décadas.


Con respecto a las víctimas que murieron en el desastre natural, el sociólogo explicó que “hasta hace no mucho tiempo, se hablaba de cifras globales pero no de personas en particular”. Ahora, en cambio y gracias a la investigación, se puede hablar de fallecidos con nombre y apellido.
En este sentido, dijo que “a partir de este momento, aquellos que lloraron tanto a sus seres queridos, ahora pueden saber a dónde llevarles una flor, pueden cerrar el círculo después de tantas décadas de dolor”.


Ése fue el caso de un hombre que luego de siete décadas pudo despedir los restos de su padre. En 1944 él junto a sus hermanitos vivían con sus padres en San Juan. Para las fiestas, la familia se fue a Buenos Aires para pasar las fiestas junto a sus abuelos. Sin embargo, el padre se quedó en San Juan y el día del terremoto, murió. “Fue tal el terror de la esposa y madre de los chicos, que nunca más volvieron a San Juan”, contó Arancibia y agregó que “recién hoy, el hijo pudo volver después de 76 años”.

En relación a los niños que quedaron huérfanos, el sociólogo contó que “esos niños desaparecieron para siempre, se les cambió el nombre y se les quitó su identidad”. Los niños de entonces, perdieron el contacto con sus hermanos y la incertidumbre de su muerte continúa latente hasta el día de hoy.


En cuanto a los que fueron adoptados, “recién ahora se están animando a preguntar por su pasado”, aseguró el sociólogo. Y al respecto, dijo que una de las grandes deudas para con la sociedad sanjuanina, es la instalación de un banco de sangre para que la incertidumbre, de una vez por todas, pueda ser respondida.


Deudas para con la sociedad sanjuanina


Una de las principales deudas que tiene, es “que la provincia instale un banco genético para que aquellas personas con la certeza de que su identidad les fue cambiada, o que perdió a algún ser querido puedan hacerse un hisopado para comenzar la vinculación”.
“Yo creo que con la creación del banco genético, comienza otra etapa en la historia en la que las víctimas del terremoto puedan por fin cerrar su duelo”, observó.

Historias personales


El señor Sánchez de Concepción tenía 8 años en aquel tiempo. Su padre lo había mandado a comprar pan casero a una vecina cuando el terremoto lo encontró en la calle. Enloquecido, regresó corriendo a su casa pero no la encontró: había desaparecido, ahora era solamente escombros.
Sin embargo, encontró a su perro que, entre ladridos, lo llevó hasta donde alguna vez había vivido. Quizás, hubiera sido mejor no encontrar la casa porque allí estaba su padre y hermano, tirados en el suelo muertos a causa de una viga de madera que los aplastó. El niño paso toda la noche al lado de su padre muerto inmóvil y llorando llamando a su madre que nunca apareció.


A pocas cuadras del lugar estaba la parroquia de Concepción, que a esa hora celebraba un casamiento. Debajo de los escombros quedaron los novios, la madre de la novia y el sacerdote que iba a consagrar la boda. Los novios, indisolublemente unidos hasta la muerte.

FUENTE

FUENTE: PRIMERA EDICIÓN