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Belgrano, la bandera y una historia que todavía nos interpela

Cada 20 de junio, la Argentina detiene su rutina para rendir homenaje a la bandera nacional y al hombre que la creó: el general Manuel Belgrano. Pero más allá del acto escolar o la promesa de lealtad que miles de niños y niñas repiten año tras año, la historia de esta fecha encierra un sentido más profundo, que invita a pensar sobre el país que fuimos, el que somos y el que queremos construir.

El Día de la Bandera conmemora el fallecimiento de Belgrano, ocurrido el 20 de junio de 1820, en medio del caos político que atravesaba las Provincias Unidas del Río de la Plata. Lejos de los honores y la gloria, Belgrano murió pobre, casi olvidado, y envuelto en la desilusión por un país que no terminaba de nacer. Ese dato, tan contundente como triste, no es menor: habla de un hombre que puso todo al servicio de un ideal colectivo, sin pensar en el beneficio personal.

Belgrano no solo fue el creador de la bandera; fue un intelectual ilustrado, periodista, abogado y militar por compromiso. Impulsó la educación pública, propuso la igualdad de derechos para las mujeres, fomentó la agricultura y la industria, y creyó firmemente en un proyecto de país soberano y justo. Fue, ante todo, un hombre de pensamiento transformador.

La bandera que izó por primera vez en Rosario en 1812 no fue un simple gesto patriótico: fue un acto de afirmación política en un contexto en que todavía se dudaba entre seguir bajo la tutela del rey de España o avanzar hacia la independencia. Ese trapo celeste y blanco fue, desde el inicio, símbolo de ruptura, de voluntad de autodeterminación y de esperanza.

Hoy, más de dos siglos después, la bandera sigue siendo uno de los pocos símbolos que logran unir a los argentinos, más allá de las grietas políticas o las diferencias sociales. En ella se proyectan los valores de unidad, lucha, esfuerzo colectivo y deseo de soberanía. Pero también puede ser un espejo incómodo que nos obliga a preguntarnos si estamos a la altura de aquellos ideales que la vieron nacer.

En tiempos en que el país enfrenta desafíos profundos, cuando la economía aprieta, la desigualdad crece y la desconfianza institucional se hace sentir, la historia del 20 de junio nos recuerda que los símbolos no alcanzan si no están acompañados de acciones concretas. Honrar a Belgrano no es solo recordar su nombre, sino retomar su legado ético y político.

Quizás por eso, cada acto del 20 de junio puede ser más que una ceremonia: puede ser una invitación a reconstruir la patria desde abajo, con compromiso ciudadano, con respeto por la educación, con lucha por la justicia social, y con la convicción de que la Argentina todavía puede ser lo que soñaron nuestros fundadores.