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Ni Una Menos: el grito que no cesa

Cada 3 de junio, en Argentina, se escucha una consigna que se transformó en bandera: Ni Una Menos. Es más que una frase. Es un grito colectivo, una herida abierta, una promesa de lucha que se repite año tras año. Lo que comenzó como una movilización masiva contra los femicidios se convirtió en un símbolo transversal que sigue vigente, aunque duela decirlo, porque las mujeres y disidencias siguen muriendo.

La primera marcha de Ni Una Menos fue en 2015, impulsada por un grupo de periodistas, artistas y activistas tras el femicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años asesinada por su novio en Santa Fe. Su cuerpo, enterrado en el patio de la casa del agresor, fue la gota que rebalsó el vaso en una sociedad cansada de leer cada día una nueva crónica de violencia machista. Ese 3 de junio, miles se reunieron en la Plaza del Congreso y en las principales plazas del país, exigiendo justicia y políticas públicas que pusieran freno a esta masacre silenciosa.

Hoy, a diez años de aquella primera vez, la realidad nos obliga a seguir marchando. Según el Observatorio de las Violencias de Género “Ahora Que Sí Nos Ven”, en lo que va de 2025 ya se registraron 123 femicidios. En promedio, una mujer es asesinada cada 28 horas en Argentina, y en la mayoría de los casos, el agresor es alguien del círculo íntimo: parejas, ex parejas, familiares. Las cifras no bajan. Cambian los nombres, cambian los rostros, pero la violencia persiste.

La ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres existe desde 2009, y el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad ha impulsado políticas clave, como la Línea 144 o el programa Acompañar. Sin embargo, los recursos son insuficientes, las casas refugio escasas y la Justicia lenta. En un contexto político donde incluso se cuestiona la existencia de estas políticas, las conquistas están en riesgo.

El dolor es social. No solo lo lloran las familias que pierden a una hija, una hermana, una amiga. Lo llora la sociedad toda, que se ve impotente ante un sistema que no llega a tiempo. Porque no se trata solo de violencia física. Hay violencias económicas, psicológicas, simbólicas. Hay cuerpos disciplinados por el miedo y hay vidas marcadas por el abuso desde edades tempranas.

Ni Una Menos no es solo una consigna, es una trinchera. Es memoria para las que ya no están y es fuerza para las que siguen. Es también una invitación a mirar hacia adentro: ¿qué lugar ocupamos en esta lucha? ¿Qué hacemos cada día para romper con los pactos de silencio y complicidad?

Este 3 de junio, volvemos a las plazas. Con rabia, con duelo, con esperanza. Porque queremos vivir. Porque nos siguen matando. Porque el grito sigue siendo necesario: Ni Una Menos, vivas nos queremos.