El nieto 140: el hijo de Graciela “Peti” Romero y Raúl Eugenio Metz

La tragedia personal y política de Graciela Romero, conocida como “Peti”, y Raúl Eugenio Metz, se remontan al 16 de diciembre de 1976, cuando la pareja fue secuestrada en Cutral‑Có. Graciela, embarazada de cinco meses, fue llevada junto a Raúl al centro clandestino “La Escuelita” de Neuquén y luego a Bahía Blanca. El 17 de abril de 1977, en ese mismo lugar, dio a luz a un varón .
Este hombre, hoy de 48 años, fue criado con otro nombre, sin conocimiento de su origen. Fue gracias a un testimonio anónimo y el cruce de datos del Banco Nacional de Datos Genéticos que se pudo acercar a él, invitándolo voluntariamente a hacerse un examen de ADN: el resultado fue positivo. Así fue restituida su identidad, confirmándose como el nieto número 140 .
Este reencuentro se anunció el lunes 7 de julio de 2025, en la Casa por la Identidad de la ex‑ESMA, durante un acto encabezado por Estela de Carlotto .
El primer vínculo con su hermana
Adriana Metz, su hermana mayor, nació apenas un año antes de los secuestros y fue criada por sus abuelos. Desde muy joven, Adriana mantuvo viva la búsqueda de su hermano —escribiendo cartas en un blog llamado “Poncho de Lana”, celebrando cada 17 de abril—. Cuando se contactaron por videollamada, ella le contó:
“Ey, acá estoy yo.”
“Y él me contesta: ‘Sí, ya sé, boluda’.”
Ese diálogo informal, tierno y directo, reflejó el nervio y la emoción de un encuentro largamente soñado.
Interpretar este hallazgo en contexto
Un triunfo de la memoria colectiva: a pesar de los recortes al Banco de Datos Genéticos y las políticas de desfinanciamiento impulsadas por el gobierno de Milei, se sostiene un triunfo de 47 años de lucha incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo. Su persistencia demuestra que la verdad no puede ser administrada con recortes presupuestarios .
Cada identidad recuperada es una llama viva: la restitución del nieto 140 no es solo un acto de justicia individual. Es una reafirmación pública de que, incluso ante el negacionismo y el olvido, las instituciones de derechos humanos pueden resistir y vencer.
Quedan 300 nietos y nietas por encontrar: la propia Estela de Carlotto lo subrayó: aún atraviesan un camino largo, pero cada paso fortalece la esperanza de completa reparación .
Este reencuentro no es una nota más: es vida que vuelve, memoria que no se borra. En un escenario donde el Estado recorta lo esencial —como el BNDG—, la restitución del nieto 140 confirma la potencia del trabajo colectivo. Lo hicieron sin subsidios, sin aplausos oficiales, pero insistieron.
El saludo icónico de Adriana —“Ey, acá estoy yo” y su respuesta “Sí, ya sé, boluda”— resume el espíritu de esta conquista. Una mezcla de ternura, irreverencia y familia que late con fuerza frente a años de censura e impunidad.
Las Abuelas siguen. Y, como sociedad, no podemos bajarles los brazos ni permitir que la memoria vuelva a perder privilegios. Cada nieto que recupera su identidad es un pequeño triunfo del Nunca Más.