Los cuadernos corregidos de Centeno

La Gendarmería y la Policía Federal entregaron pericias de más de 300 páginas sobre los cuadernos que escribió el chofer Oscar Centeno. El dictamen confirma que la letra se corresponde con la de Centeno, algo que nunca estuvo en duda. Pero lo fundamental es que ratifica que hubo más de 1.500 correcciones, tachaduras, alteraciones, la mayoría muy significativas: reemplazando un nombre por otro o una dirección por otra. Esto ya había sido revelado en pericias anteriores, entre ellas la que mandó a hacer el empresario Armando Loson, que se realizó sobre las fotocopias de los cuadernos. Ahora se comprobó que las tachaduras y alteraciones no se hicieron en las fotocopias sino que ya estaban en los cuadernos originales.
Los peritos de las defensas y los oficiales coincidieron en un punto clave: no todo lo escrito pertenece a Centeno. La Policía Federal reafirmó que existían alteraciones, agregados, tachaduras, uso de líquido corrector y enmiendas en palabras y números. “Lo más contundente del informe es que los peritos establecieron que esas modificaciones fueron realizadas por otras manos distintas a las de Centeno. Es decir, parte de los cuadernos fueron escritos por personas diferentes al chofer. Los documentos están adulterados y contienen trazos de más de un autor”, señalaron como conclusión los peritos de la defensa. “La pericia de la Gendarmería tiene un resultado coincidente en que las anotaciones no se corresponden al mismo puño escritor”, redondearon.
Hay otro punto clave. Las pericias confirman también las diferencias entre los primeros cuadernos (1 a 6) y los últimos (7 y 8). Los primeros fueron un verdadero diario, con anotaciones del tipo “salimos de tal lugar y fuimos a tal otro”, es decir un resumen de recorridos que suele hacer un remisero para después cobrar lo que corresponde. En cambio, los últimos ya hablan de dinero, de bolsos cuyo contenido el chofer no vio, pero que evalúa en miles de dólares o pesos. Esos últimos cuadernos están escritos a otro ritmo, de corrido, no al tiempo de los viajes sino después. Y según un estudio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, contienen palabras que el chofer no manejaba -«no se corresponde al lenguaje de Centeno»- y todo indica que fueron dictados.
Los cambios y tachaduras no son menores. Por ejemplo, donde decía Marcelo, tacharon y pusieron encima Armando, con el objetivo de apuntar a Loson. Lo mismo con las direcciones. Hay alteraciones que claramente buscaron involucrar a tal o cual empresario o acusado, como a Gerardo Ferreyra, uno de los titulares de Electroingeniería. Pero hay otras tachaduras y cambios que todavía no se entienden: modificaciones de horarios o de días y hasta hojas que faltan. Todo eso habrá que esclarecerlo y le quitan fiabilidad a la prueba.
Desde ya que el escándalo mayor es que Centeno y su amigo, el policía Jorge Bacigaluppo -sospechado de haber hecho una parte de los cambios- declararon que los cuadernos se quemaron en una parrilla, y pocos días antes de una elección apareció una parte, sin rastros de quemado.
La causa Cuadernos fue orientada por el fallecido juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli contra Cristina Kirchner. Detuvieron a empresarios, los metieron en un calabozo y les ofrecían que si declaraban en contra de CFK volvían a sus hogares y sus familias. La maniobra fue tan grosera que Stornelli dijo públicamente que «hay pocas sortijas», o sea que aprovechen la oferta de declarar contra la expresidenta respecto del período que abarcan los cuadernos, de 2005 a 2015. Algunos de los imputados dijeron entonces que entregaron dinero en el departamento de la calle Uruguay, donde los esperaba un exsecretario de los Kirchner, Daniel Muñoz, fallecido en 2016. El encargado del edificio testimonió que CFK nunca volvió al edificio de la calle Uruguay entre 2003 y 2016, cuando vivió en Olivos, pero aún así la exmandataria es la principal acusada. A Muñoz sí se le encontraron cuentas en Andorra y propiedades en Estados Unidos.