Lo siento, no hay encuestas disponibles en este momento.

“Hoy hay muy pocas bandas de rock buenas”

Que se sepa que Jack White no tiene ningún interés en que se lo sienta cercano. El ex The White Stripes y actual The Raconteurs, y orgulloso ganador de 12 Grammys no se sacaría ni loco una selfie en un supermercado, por ejemplo. “¿Para mostrarle a todos ‘Soy igual a vos, acá estoy en el mercado comprando huevos’? No admiro eso. Creo que es falso. Es medio como la frase ‘Tal y tal no se toman a sí mismo demasiado en serio’. Siempre he odiado eso. Yo quiero 100% que Miguel Angel se tome a sí mismo increíblemente en serio”.

El artista de 43 años –que toma café en una habitación de hotel junto a su compañero de Raconteurs Brendan Benson– es una compañía intrigante. Relajado, locuaz y con un sentido del humor medio de colegial, dice un montón de cosas que suenan al menos el doble de arrogantes cuando están escritas que cuando salen de su boca. Mientras tanto, Benson, de 48 años –quien es un solista, compositor y productor por peso propio– es amigable y humilde, aunque tiene un costado de hastío que aparece mientras se desarrolla la conversación. Los dos se llevan bien e interactúan al igual que lo hacen en su música, donde la luminosa sensibilidad indie pop de Benson se restriega contra la audacia rockera de White.

De todos modos, a pasado más de una década desde que tocaron juntos. The Raconteurs se formó en 2005 con Jack Lawrence y Patrick Keeler, de The Greenhornes, completando el cuarteto. Un año después, lanzaron su álbum debut Broken Boy Soldiers, un rugido de garage rock con toques psicodélicos que incluía un single atractivo, “Steady As She Goes”. Menos de dos años más tarde, publicaron el siguiente disco, Consolers of the Lonely. Y luego pasó una década.

“La banda nunca se separó”, insiste Benson. “Ninguno dijo, pensó o sintió eso en ningún momento”. “La única vez que yo dije algo así fue con The White Stripes –dice White–, porque sentía que la pregunta iba a seguir apareciendo”. Y es probable que así hubiera sido. The White Stripes, durante un tiempo fue una de las bandas más grandes que hubo, un dúo copadamente enigmático de marido y mujer (aunque les gustaba enmascararse como hermanos) que le rehuía a la tecnología moderna para grabar himnos de baja fidelidad como “Seven Nation Army”. La pareja se divorció en 2000, pero continuó haciendo música hasta 2007.

En los años que siguieron, White formó The Dead Weather con Alison Mosshart (The Kills), grabó un “tema Bond” con Alicia Keys, aportó al álbum Lemonade de Beyoncé en 2016, lanzó tres discos solistas, y publicó “600 discos” con el sello que fundó, Third Man Records. Y aun así, no se sabía nada de The Raconteurs. Benson pasó la década “produciendo y componiendo para otras bandas, y medio sin hacer demasiado mis propias cosas”, pero tampoco estaba desesperado por rearmar a la banda. “Creo que no queríamos publicar un disco de gusto. Si íbamos a hacer un disco, necesitábamos que fuera uno realmente bueno”.

Help Us Stranger, una colección rockera juguetona y punzante–que el cuarteto presentará el 12 de noviembre en el Gran Rex–, hizo valer la espera. Lleno de riffs impacientes y melodías virulentas, es casi desafiantemente de vieja escuela, un disco de rock and roll simple al que no se le limaron sus asperezas. También es el más político que hicieron. “Thoughts and Prayers” es en parte una meditación existencial, en parte canción de protesta: “Solía mirar hacia el cielo/ Hacia el hermoso cielo azul/ pero ahora la Tierra se ha vuelto gris/ Tiene que haber un mejor modo”. Es difícil no leer el título como una indirecta política.

“Esa frase ha dejado de tener sentido”, dice White. “Es una frase sin sentido, básicamente un insulto. Alguien me preguntó el otro día si la canción era una reflexión sobre la administración de Donald Trump, y en un sentido lo es, pero creo que nadie debería hacerle el favor de siquiera volver a mencionar su nombre. Eso debería ser lo novedoso que hace todo el mundo”. Benson agrega: “Es como el tipo que se mete a correr por el campo de beisbol durante el partido y la cámara lo corta, porque no querés incentivar ese comportamiento. Así es como debería ser”.

“Cuando más ruido hacés, más estás solidificando a la gente que apoya eso”, dice White. “Le das a él algo contra lo que rebelarse o algo así…” Pero, por otra parte, si uno se calla frente a ciertas cosas… “Exacto. Así que no podés ganar”, resopla Benson. “¿Ves lo cagados que estamos, no?”

Hay un leve tufillo a derrotismo en la dupla, aunque es expresado con entusiasmo. Si se le pregunta a Benson acerca del estado del rock, por ejemplo, él será particularmente pesimista. Por lo general, dice, un renacimiento ocurre cada diez años, más o menos: después del punk llegó el grunge, y después del grunge llegó el garage rock. Pero han pasado 18 años desde que emergió esa escena, y mientras se apagaba, nada apareció para reemplazarla. “No hay buen rock”, dice. “Quiero decir, hay muy pocas buenas bandas de rock. Escucho mucha música sobre la que pienso ‘No puedo creerlo. No puedo creer que esta persona haya estudiado ni que pueda componer lo más básico’. Creo que todo está hecho con computadoras. Podés enchufar y acomodar todo. Cualquiera puede hacer eso”.

White está de acuerdo. En los ’70, dice, era difícil llegar al punto en el que pudieras siquiera hacer un álbum y la mayoría de los músicos sólo podía soñar con grabar en un estudio de primera línea como Abbey Road. “Ahora, un estudio de primera línea es tu living”. ¿Pero no es eso democratizador? “Es bueno, pero es casi como decir ‘No tenés que ir a la iglesia, podés rezar en tu casa’. Eso es bueno pero, al mismo tiempo, debe haber alguna clase de templo que la gente venere. Es difícil de explicar. Quizá la gente que escucha música no podría entenderlo tanto como quien la graba y la produce. Simplemente hay algo acerca de lo sagrado de eso que debe ser mantenido, supongo”.

White insiste en que no trata de ser didáctico: “Creo que hay algo que las personas siempre han entendido mal sobre mí a lo largo de los años; piensan que estoy tratando de predicar ‘No deberías grabar con protools, no deberías grabar en tu living’. No es eso lo que estoy diciendo. Sólo digo que en el caso de un artista joven, si nadie te pone restricciones, deberías ponértelas vos mismo. Tenés que marcarte tus propios lineamientos”.

Benson también ve a las limitaciones como algo positivo. “Crecí donde había estructura y límites, y uno trabajaba dentro de eso, y así era como realmente expresabas tu individualidad”, dice. “Ahora, vas y le tirás un pedazo de queso en la cabeza a alguien, y todos responden ‘¡Hilarante! ¡Genio! ¡Es totalmente brillante!’ No, no es brillante. No es genial porque sea viral. No hay arte alto. Bueno, no es que no haya nada, no debería decir ‘nada’”. El cantante y guitarrista está un poco preocupado por su hijo, que tiene 9 años y pasa la mayor parte del tiempo mirando en YouTube videos de otras personas jugando videojuegos. “Estos gamers que juegan, y la gente que los mira hacerlo, ninguno está logrando nada, no hay tiempo o señales para detenerse; es muy raro, es sólo este… puaj. Es raro. Es atemorizante. ¿Dónde están los héroes de mi hijo? ¿Van a ser sus héroes estos gamers perdedores que no hacen nada ni van a ninguna parte con eso?”.

 “Los influencers también son un gran ejemplo”, dice White. “¿Quién carajo sos para influir en otra gente? ¿De qué estás hablando? ¿Cuántos años tenés?”. “Es atemorizador”, apunta Benson. “Es extraño ser performer, músico, un instrumentista consumado, en este mundo en el que eso no se valora. Puedo tocar un instrumento, ¿y qué? A nadie le importa un carajo. Mi hijo no diría ‘¿Y qué?’, pero no necesariamente sabe que eso es algo muy copado. Es realmente muy copado”.

Es un alivio escuchar que todavía tienen alguna esperanza. La ceremonia de los Grammy de este año les dio cierta seguridad. “Hubo tres mujeres tocando la guitarra: St Vincent, Kacey Musgraves y Brandy Carlile”, dice White. “St Vincent es una guitarrista increíble. Estábamos mirándola con un grupo de gente y una chica, una música que estaba en el lugar, dijo ‘Maravilloso, mostrale a las chicas más jóvenes que esto es copado’. He trabajado con más mujeres que hombres en mi vida. Me encanta la dinámica. No sé qué es. Asombrosamente, todavía se ve como una novedad cuando una mujer toca un instrumento. Hay jeroglíficos con mujeres tocando liras. No debería ser una novedad”.

“Es principalmente rock and roll, ¿no?”, dice Benson. “El rock and roll es principalmente masculino, dominado por los hombres. Quizá los hombres hayan gravitado hacia las guitarras más que las mujeres”. Es difícil entender por qué. “Sí, lo sé, yo tampoco lo entiendo”. Y White aporta: “Pueden ser montones de cosas subconscientes sobre… que es un símbolo fálico”.

Pero St Vincent, Carlile y Musgraves no le llamaron la atención a White sólo por su género. “Fue fantástico ver eso, no sólo para las mujeres y no sólo por las guitarras, sino por tocar un instrumento y hacerlo realmente bien”.

“Amo esas cosas”, acuerda Benson. “Gente súper talentosa, que casi de otro mundo; son como aliens, amo eso. Quiero que mi hijo sienta de ese modo. No estoy seguro de que con los gamers se le ponga la piel de gallina”.

(Fuente: Página 12)