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A 51 AÑOS DE UNA GESTA POPULAR: EL CORDOBAZO

En el año 1966 el gobierno constitucional del por entonces presidente Arturo Illia fue depuesto por un golpe de Estado encabezado por el general Juan Carlos Onganía.

Por esos días el Ejército estaba dividido entre Azules y Colorados. Onganía pertenecía al sector de los Azules, vinculados a la embajada norteamericana y a la cúpula de la Iglesia Católica, que, con el golpe salieron fortalecidos.

A la vez, el mundo vivía convulsionado por múltiples hechos políticos, económicos y sociales. La disputa entre EEUU y la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) marcaba el pulso de la política internacional. Estados Unidos había intervenido militarmente en Vietnam y su ejército tenía bajas importantes en una guerra que terminaría perdiendo. Los yanquis sufrieron la peor derrota militar de su historia frente a un pueblo vietnamita que sufrió el triple de pérdidas, pero que lo enfrentó con enorme valentía. Habían surgido movimientos de índole revolucionario y de liberación nacional en Asia y África, pero con la Revolución Cubana en 1959, la efervescencia se trasladó a América Latina. En China estaba en pleno proceso la Revolución Cultural, una transformación liderada principalmente por la juventud y encabezada por el presidente Mao Tse Tung. En Europa, en los países centrales, la radicalización de las masas obreras y estudiantiles también crecía, lo que daría lugar a manifestaciones posteriores como la Primavera de Praga o el Mayo Francés. En Estados Unidos los movimientos contra la guerra también surgían con intensidad o agrupamientos de tintes contestatarios frente al racismo o el fascismo como lo fueron las Panteras Negras.

En Argentina, con el peronismo proscripto y luchando en la clandestinidad (aunque Perón había dado la orden de “desensillar hasta que aclare”), los obreros y estudiantes también levantaban las consignas que se daban en el orden mundial. A la vez que hacía suyas las reivindicaciones particulares.

Onganía ordenó el cierre del Congreso, prohibió los partidos políticos e intervino los sindicatos. En materia económica, abrió las importaciones para alentar a los inversores extranjeros con lo cual destruyó la industria nacional tan desarrollada durante los gobiernos de Juan Domingo Perón. Miles de fábricas e industrias tuvieron que cerrar y despedir trabajadores. Desactivó la Comisión del Salario Mínimo, Vital y Móvil, congeló los salarios y buscó suspender el sábado inglés, único día en que el obrero trabajaba media jornada. En cuanto a la educación impulsó la enseñanza privada, dictando el decreto 6403. Surgieron así la Universidad Católica Argentina y la Universidad del Salvador.

Por otra parte intervino las universidades nacionales y desfinanció la educación pública, quedando truncos numerosos proyectos de investigación. El 29 de julio de 1966, las casas de estudios superiores fueron intervenidas militarmente y se produjo lo que pasó a las historia como la Noche de los Bastones Largos. Un triste episodio en donde estudiantes y profesores fueron echados a palazos de las facultades, encarcelados y perseguidos políticamente. Algunos destacadísimos científicos se fueron del país y no regresaron nunca más.

Toda esta situación hizo crecer las tensiones sociales. Lo que luego, el naciente PCR (Partido Comunista Revolucionario) denominaría como un “polvorín reseco bajo los pies de la dictadura”.

En mayo de 1969, el Gobierno, a través de su ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, dispuso una serie de medidas, entre ellas la eliminación del sábado inglés. Los trabajadores mecánicos, sobre todo los de Córdoba, de las principales empresas automotrices se opusieron férreamente y lanzaron un plan de lucha. Encabezados por los gremios SMATA y Luz y Fuerza, los trabajadores ganaron las calles en señal de protesta contra las decisiones de la dictadura.

La dura represión del 14 de mayo en una masiva asamblea del Córdoba Sport, fue la antesala de lo que sucedería el 29. La CGT de Augusto Timoteo Vandor, debido a la presión desde abajo, de las bases, lanzó un paro para el 30. Pero los obreros cordobeses deciden adelantar la medida y lo alargan por 48 horas.

El 29 de mayo Córdoba amanece tensa. Desde las 10 los trabajadores hacen abandono de tarea y se congregan en las puertas de las fábricas. Gruesas columnas de obreros de Renault, en la planta de Santa Isabel, de Fiat en Ferreyra, de Perking, de Grandes Motores Diesel y de numerosas fábricas menores, se pliegan a la movilización con rumbo al centro. Entre esos, mezclado con los obreros, iba René Salamanca. Marchan por avenida Vélez Sarsfield y en la plaza que lleva el mismo nombre, a unas 15 cuadras del centro, son reprimidos con dureza por la Policía. Los manifestantes contestan y hacen retroceder a la Caballería. Bulones, tornillos, bolitas de acero (para que resbalen los caballos) entre otros objetos, fueron la defensa de los trabajadores. En otro sector de la ciudad los de Luz y Fuerza se manifiestan de manera contundente. A ellos se les suman los estudiantes universitarios que desde el barrio Alberdi y el Clínicas, llegan para reunirse con la masa trabajadora. Los combates callejeros contra las fuerzas policiales se multiplican por decenas. En los barrios cercanos al centro y en la periferia también se combate. Desde los distintos puntos puede observarse las negras columnas de humo que salen de las barricadas. Los vecinos aportan colchones viejos, muebles y elementos que ayudan a la combustión. Miles de molotov y barricadas, surgen contra las fuerzas represivas.

Pero el momento de mayor bronca popular estalla cuando se corre la voz de que el obrero mecánico Maximo Mena, cae asesinado por una bala policial en la esquina de boulevard San Juan y Arturo M. Bas. A partir de allí la rebelión popular es incontrolable, se adueña de las calles, mientras la Policía retrocede en todos los sectores. Los principales negocios y empresas extranjeras son el blanco de los manifestantes, y las barricadas se extienden por la ciudad. A esa altura el Cordobazo no tiene dueño y el pueblo es el protagonista.

Por la tarde noche, por disposición del Gobierno nacional, ingresa el Ejército para intervenir e intentar controlar la situación. Algunos combates aún persisten. Hay decenas de muertos y para la madrugada y la mañana temprano, el Ejército toma el control de la ciudad y restablece un orden relativo.

El Cordobazo fue una enorme pueblada, un gran ensayo popular. Los trabajadores hartos de las decisiones de una dictadura antiobrera y antipopular, demostraron que unidos podían hacer retroceder esas medidas. Obreros, estudiantes y el pueblo en su conjunto fueron los grandes protagonistas de una jornada que marcó el destino de un gobierno. A partir de ese suceso, nada volvió a ser igual en la Argentina.

Un año después Onganía tuvo que renunciar, obligado por la crisis que se había desatado en el país, pero también por la presión popular. Pasó a la historia como el Presidente de facto que se opuso a los intereses de la clase obrera y del pueblo en general. Como dijo el propio dictador “trabajaron incansablemente para hacer estallar el polvorín”. Pero mucho antes de su renuncia, su gobierno ya estaba herido de muerte. El Cordobazo fue el responsable directo de que tuviera ese final.