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Arboleda en peligro

La tala de árboles en la avenida Ignacio De la Roza y otras calles de la provincia han sido cuestionadas por una gran parte de la sociedad, ya que estas acciones terminan modificando el microclima de los lugares y cambia la panorámica de las zonas afectadas, generando una sensación de desolación. Pese a la recomendación de especialistas de aumentar y proteger el arbolado público urbano, las autoridades gubernamentales continúan cortando en forma indiscriminada ejemplares añosos de la ciudad.

“Los árboles influyen sobre el microclima urbano regulando la temperatura ambiente, reduciendo las altas y aumentando las bajas, lo que se comprueba fácilmente en un día caluroso al caminar por una vereda con árboles y otra sin ellos”, expresa el Lic. Carlos Zapata en una nota publicada en la web de la Universidad Nacional del Litoral. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la colocación de árboles puede reducir las temperaturas entre un 2°C y 8°C. Por eso se los conoce como el “aire acondicionado más económico del mundo”.

Además, la arboleda pública es una de las características identitarias de la ciudad de San Juan, así como sus veredas anchas y la modernidad de sus edificios. Por eso, la masiva poda sobre Ignacio De la Roza y otras arterias no sólo modificarán el microclima y la calidad de vida de los habitantes, sino que también vulnera una de las cualidades principales de las urbes sanjuaninas.

Al respecto la FAO afirma que: “Los grandes árboles de las ciudades son excelentes filtros para los contaminantes urbanos y las pequeñas partículas”. A esto agrega que: “Un árbol puede absorber hasta 150 kilogramos de CO2 al año, secuestrar carbono y mitigar el cambio climático”.

La tala irracional de ejemplares no debería tolerarse en ninguna parte del mundo y mucho menos en territorios donde el clima es árido. La arboleda conforma uno de los patrimonios más valiosos de San Juan, pero poco a poco se va perdiendo por la irresponsabilidad de los gobiernos que no valoran ese bien común tan vital como el agua.

Por Guillermo Alamino