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La Desocupación: Debate y Solución

Un flagelo endémico en la Argentina

El crecimiento de la desocupación en las últimas tres décadas en nuestro país, sumado al incremento de la precarización laboral, son dos temas que deben ser tenidos en cuenta en el análisis político social para entender el surgimiento de los movimientos sociales sindicales. El agravamiento de estas circunstancias explica el porqué del crecimiento de estas organizaciones desde los años ´90 hasta la fecha. Y revela, además, la consolidación en el tiempo, su permanencia y el avance de una línea política de sindicalización de los trabajadores desocupados en organizaciones permanentes. Como la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP).

En nuestro país existe una población económicamente activa de 20 millones de trabajadores, de los cuales 6 millones trabajan matriculados en la actividad privada, 3.5 pertenecen a la categoría de empleados públicos, cerca de un millón es autónomos o parte de las patronales. El resto, 10.5 millones, se distribuye entre trabajadores precarizados y desocupados. Es decir, cerca de la mitad de la población económicamente activa en nuestro país se encuentra desocupada o trabaja bajo distintas formas de precarización.

La informalidad ocupacional y la precarización son un fenómeno mundial, característico del sistema capitalista. Pero en nuestro país adquiere particularidades especiales y que ha surgido para quedarse. Condena a millones de compatriotas a no tener la posibilidad de un empleo asegurado, de un salario digno, vacaciones, convenios colectivos, sindicalización, aguinaldo y por supuesto una digna jubilación en la vejez.

La desocupación como fenómeno local

En los países desarrollados económicamente también existe desocupación, pero es una desocupación mínima o friccional, que es rápidamente absorbida por las distintas empresas. Ahora bien, esto en la Argentina no sucede. ¿Qué nos hace diferente? Lo que sucede es que nuestro país es un país dependiente, oprimido por el imperialismo, donde el desarrollo económico está ligado al mercado externo y no hacia el desarrollo del mercado interno.

Además, por estas circunstancias, la Argentina ha perdido los instrumentos para el desarrollo independiente, a la vez que no ha logrado el desarrollo económico armónico que le daría seguridad y estabilidad productiva con la industrialización como objetivo fundamental. Esto es una consecuencia de que su economía está al servicio de los monopolios y de las grandes potencias imperialistas.

Hay que decir que esto no siempre fue así. Nuestro país tuvo un fuerte proceso de industrialización desde 1930, que se intensificó durante el gobierno de Perón y que desarrolló una fuerte clase obrera.

La desindustrialización: responsabilidad de la dictadura y el menemismo

La dictadura, en marzo de 1976, vino a borrar las empresas estatales, “bajar las chimeneas”, es decir a iniciar un proceso de desindustrialización para favorecer a los sectores tradicionales de la oligarquía terrateniente agroexportadora. Este proceso se profundizó durante el menemismo con las privatizaciones de las empresas estatales.

El fenómeno de la desocupación, como dijimos, es un fenómeno que tiende a crecer, se va convirtiendo en un fenómeno negativo estructural y que los sucesivos gobiernos no han podido resolver.

Existe en nuestro país una fuerte corriente de opinión entre los opinólogos de las clases dominantes, vinculada a la oligarquía terrateniente, que plantea volver a los tiempos preindustriales. Estas opiniones apuntan a que los males de nuestro país aparecen cuando surgen las fábricas. Por lo que plantean acoplarnos al mundo exportando materias primas e importando lo que necesitemos para vivir, desde un electrodoméstico hasta vacunas, por ejemplo (Expresiones de los responsables del “tractorazo” del 21 de abril).

Uno de los problemas que acarrea este planteo, está relacionado con el avance el monocultivo y a la exportación de soja, sumado a la alta tecnología en su producción. Por lo tanto, la mano de obra que necesita el campo es mínima. Lo que produce un éxodo masivo, del campo a la ciudad y de las provincias al Gran Buenos Aires, de millones de argentinos, que se instalan en villas miserias buscando una oportunidad de sobrevivir, consiguiéndolo, los que lo logran, en condiciones deplorables. A su vez, esta desocupación tecnológica se suma a la primera ola de desocupación de los ’90, que se generó como consecuencia del proceso de desguace de la industria estatal durante el menemismo.

Esto ha generado una fuerte concentración de trabajadores en las ciudades, que se ven obligados a realizar trabajos informales mal pagos y changas para poder sostener a sus familias. Estos sectores marginados salieron a la calle generando luchas que en muchos casos culminaron en grandes puebladas de los años `90. Las que tuvieron su epílogo nacional con el “argentinazo”.

Aparición de las organizaciones sociales sindicales

Es en este periodo- década del ’90-, cuando toman fuerza las organizaciones de trabajadores que comienzan a nuclear a los desocupados, como la CCC. A través de las mismas, se consiguieron algunas conquistas entre ellas los planes sociales. Que, si bien en un momento se plantearon como algo transitorio, la historia reciente ha demostrado que se han vuelto una necesidad permanente para millones de familias en edad activa para trabajar. Muchas de ellas con una edad avanzada, no se volverán a insertarse en el mercado laboral de este modelo económico, que exige sangre joven para explotar.

En el año 2016, fruto de la unidad de tres grandes fuerzas sociales organizadas como la CCC, Barrios de Pie y la CTEP, se aprobó en el Congreso de la Nación la ley de Emergencia Social; ley generadora de una respuesta transitoria a la enorme masa de trabajadores desocupados que nuestro país tenía, y que arrastraba como un lastre desde el menemismo. Desocupación que sigue existiendo hoy aumentada, y que las políticas del gobierno nacional no han logrado resolver. Dicha ley posibilitó la creación de los Programas Hacemos Futuro y Proyectos Productivos Comunitarios, que en la actualidad se han unificado en el Programa Nacional de Inclusión Socio-Productiva y Desarrollo Local, que denomina Potenciar Trabajo. Este es un programa de inclusión laboral, que tenía como objetivo la ambiciosa meta de generar un millón de puestos de trabajo nucleados en Unidades Productivas. Que, estimuladas con la capacitación y facilitación de la compra de lo producido por parte de los gobiernos nacional, provincial y municipal, pudieran convertirse en micro y pequeñas empresas para sostener miles de hogares argentinos fortaleciendo el mercado interno con sus productos. Todo esto, desde ya, en el marco de políticas macroeconómicas de desarrollo sostenido del país.

Propuestas de soluciones

En este marco para resolver esta situación de permanente desocupación solo existe una solución, industrialización sostenida y armónica para crear fuentes de trabajo estables y con salarios dignos, desarrollo comercial y de servicios para absorber la mayoría de la población trabajadora y fortalecer el mercado interno sin dejar de exportar. Pero para poder desarrollar el mercado interno, de la mano de la creación de fábricas estatales, es necesario tomar control de la comercialización de los bienes exportables para hacer ese proceso posible.

No son serias las propuestas que vierten, el presidente Fernández y sus funcionarios, de que se van a transformar los planes sociales en “trabajo”, porque primero hay que resolver el problema de la desocupación, que es un problema más grande que el de 1 millón de argentinos que cobran el Potenciar Trabajo, y que están trabajando en Unidades Productivas y en distintas tareas sociales. Este problema no se resuelve, además, acordando con el FMI que nos pide más ajuste y menos subsidios.

Parte de la solución frente a la emergencia y el futuro

Nuestra propuesta desde la CCC, en el movimiento de desocupados, siempre fue luchar por puestos de trabajo estables y salarios dignos, pero hay que resolver la emergencia por eso hacen falta planes sociales y alimentos para los desocupados. Por lo tanto, hoy no retrocederemos ni un centímetro ante los planteos del ministro de Desarrollo Social de la Nación, Juan Zabaleta, que plantea, frente a la grave crisis inflacionaria y de estancamiento productivo, no permitir nuevas incorporaciones al programa Potenciar Trabajo.

Deben recordar los funcionarios de turno, que las organizaciones populares han cumplido y cumplen, un rol más que destacado a la hora de generar propuestas para dar paliativos a la crisis, e incluso para resolver parcialmente el tema del empleo. Por lo tanto, las mismas no son parte del problema, como plantea Zabaleta enojado por algunos acampes ante la falta de respuesta frente a la enorme crisis que estamos atravesando, sino que somos parte de la solución.

Un gran esfuerzo de la CCC-desocupados

A través del programa Potenciar Trabajo ha aportado a la creación de Unidades Productivas de Trabajo de distintos rubros productivos: panadería, textil, metalúrgica, carpintería, etc., que tienen una remuneración mensual que es el Salario Social Complementario, cuyo monto es el equivalente a la mitad del Salario Mínimo Vital y Móvil. La idea inicial era que fruto de su esfuerzo, con la producción y la venta de la misma, los beneficiarios completaran la otra mitad faltante, para llegar a la totalidad del salario mínimo. En algunos casos, la no obtención de estos objetivos tuvo sus principales trabas en la falta de acompañamiento del Estado en todos sus niveles: nacional, provincial y municipal. Falta de acompañamiento que se manifiesta en el no apoyo en la comercialización de lo producido por las Unidades Productivas, a la falta de financiamiento para la compra de maquinaria y también, fundamentalmente, por las consecuencias del impacto de la enorme crisis económica del país.

Nuestra propuesta política

Existe una propuesta, la que defendemos desde la CCC, que impulsa la presencia del Estado en la producción para ayudar a la incorporación de miles de desocupados, que hoy están en la informalidad, al trabajo estable. Es decir, que el Estado Nacional genere fábricas y cree fuentes de trabajo en distintas áreas clave: alimentos, ganadería, minería, industrias, etc. Porque donde se crea una empresa de 100X obreros, la actividad económica beneficia por efecto multiplicador de la economía a 400X personas. Pero desde la dictadura y el menemismo, sumado a los sucesivos gobiernos, especialmente con el macrismo, sólo se han cerrado fábricas, lo que hace imposible la absorción de los desocupados y, su crecimiento vegetativo hace que se multiplique la masa de excluidos de la producción. A lo que hay que agregar que con los planes económicos de juntar dineros (divisas) para pagar la deuda externa, especialmente para “honrar” el acuerdo con el FMI, el crecimiento económico se desplaza hacia el sector del mercado externo.

La lucha en calle como única solución

Por lo tanto, cuando los trabajadores no tienen resueltas sus necesidades están obligados a salir a las calles y conseguir satisfacerlas, en este hecho vital se justifica la lucha de la CCC y los cayetanos en de la UTEP. Por eso hay que discutir lo estratégico, generar estabilidad económica con buenos salarios y sostener el sistema previsional. Para ello es necesario impulsar la presencia del Estado en la producción, la comercialización, en la Obra pública, para permitir la apertura de fábricas del Estado que generen trabajo estable, digno, para permitir que los productos que se producen en el país tengan un precio acorde a los salarios de los argentinos. Debemos dejar de padecer el yugo de los monopolios que nos trasladan a precios internacionales las mercaderías que producen manos argentinas y con nuestros recursos naturales. Para ello, además, es necesario la decisión política de los gobernantes, especialmente de los que han surgido de la elección popular.